Beber,
Hasta que las astillas se claven en la piel y el cristal se quiebre en
fragmentos capaces de destrozar los labios y amputar la lengua
(que ya nunca más podrá nombrarte)
y así llenar nuevamente el recipiente
(el cáliz o las manos de un cadáver)
con el líquido tibio y espeso que brota de donde antes
nacía la palabra.
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